viernes, 29 de abril de 2011

EL EMBALSE DE REVERÉS...Santa Cruz de Tenerife.

                                                                           Embalse       de         Reverés

... Hace ya muchos años, mi tocayo y yo preparamos este trabajo de un caso que sucedió antes incluso de nacer nosotros. Lean detenidamente y procuren entender este otro misterio de nuestra isla de Tenerife, y como todo cuento, comienza así:

Había una vez, hace mucho...mucho tiempo...




...alrededor del año 1905 comenzaron las obras de construcción de un pequeño embalse, por parte de un belga afincado en Tenerife, conocido como el Sr. Reverés. Sus intenciones primeras eran las de instalar una pequeña central hidro-eléctrica para surtir a la capital de la isla. Al final no pudo llevar a buen puerto su proyecto inicial y aprovecharon la presa para embalsar agua y usarla para el regadío de las huertas de la zona. El muro tiene unos 27 metros de altura máxima y una considerable capacidad de almacenaje, tras la última remodelación para darle su actual aspecto y uso.

Está ubicada en el tramo medio del cauce del barranco del Valle Tabares y sus “curiosidades” comenzaron ya durante las obras de la misma. La ampliación actual se estaba realizando durante los años 1943-44. Para transportar el cemento y demás materiales se utilizaban 4 camellos (Lorito, Niño, Mulato y Pajarito) con los que transitaban entre este lugar y la cercana ciudad de La Laguna. Los camellos, al acabar la jornada, quedaban amarrados en el fondo de la presa que esos momentos había sido vaciada para facilitar las obras y limpieza del fondo. Durante la jornada del 4 de mayo de 1944, la población se vio sorprendida por unas lluvias torrenciales que en pocos minutos dejó incomunicados a los pocos vecinos de la zona de la presa, no pudiendo regresar a sus casas muchos de ellos y teniendo que pedir a sus vecinos que les dejasen dormir en el lado del cauce donde les pilló la inundación. Los encargados de las obras pensaban que cuando todo aquello pasara y pudiesen salir de sus casas sin peligro para sus vidas, podrían ir a ver que había pasado con los camellos a los que ya daban por ahogados en el fondo de la presa, pues veían como el agua desbordaba por encima del muro principal. Cual no sería su sorpresa cuando a la mañana siguiente llegaron a las inmediaciones y vieron que los camellos se habían soltado solos y se habían refugiado en un saliente del barranco donde aguantaron toda la noche, mojados pero vivos.

Cuentan que abrieron las compuertas para vaciar la presa por completo y una vez hecho volvieron a cerrarlas y con el agua que aún seguía corriendo por el cauce volvió a llenarse por completo una segunda vez. ¡Aquello eran lluvias y no lo de ahora! (como dicen algunos de los mayores del lugar).

Lo que vamos a contar a continuación no lleva nombres pues algunos familiares y testigos presenciales están aún vivos y queremos guardar su privacidad.

Parece ser que por los años 50, cuando ya la presa tenía su aspecto actual, ocurrieron algunos hechos digamos que “bastante peculiares”.

Nos cuentan que en aquellos años llamaron a filas, para incorporarse al cuartel a un mozo del barrio, sus amigos le contaron mil batallas (como diríamos actualmente: leyendas urbanas) sobre lo que le pasaría en la “mili”, que si vacunas por la espalda que le podían dejar paralítico, le llevarían lejos de su familia, y un largo etcétera que parece ser que el pobre chaval no asimiló bien y se vio superado por todo aquello. Unos días antes de incorporarse a filas, desapareció de su casa y nadie le encontraba por ningún sitio.





Le buscaron por todos lados, cuando una vecina encontró su gorra y unos cigarrillos junto al muro de la presa, sus familiares directos los reconocieron como del desaparecido y temiéndose lo peor llamaron a la Guardia Civil. Los buzos de la benemérita confirmaron los temores de la familia cuando sacaron del fondo de la presa, el cuerpo sin vida del joven.

Total que como era un suicida (en aquella época las cosas eran así) no lo entierran en camposanto sino en un aparte del cementerio. El caso es que al poco tiempo, los vecinos de la charca, empezaron a ver al atardecer y durante la noche, la figura de un hombre al que ellos mismos y sus familiares directos, identifican con total certeza como el joven suicida, y ... he aquí lo curioso del caso, ... que se paseaba durante horas a la vista de los vecinos que acudían allí a verle ... caminando sobre el muro de la presa y luego sobre las aguas de la charca, hasta que desaparecía. Esto duró algunas semanas hasta que algunos vecinos se apiadaron de su "alma en pena" y reunieron algún dinero para ir a la Basílica de Candelaria (Patrona del Archipiélago de Canarias) y ofrecerle unas misas y unas velas por el eterno descanso de su alma en pena. Y según contaban esos vecinos, poco a poco fue dejando de vérsele pasear su pena sobre las aguas de la Charca de Reverés.

A mi me impactó mucho la historia, y es más uno de los testigos directos de lo ocurrido, contaba que él lo vio con total nitidez, pero que aún así él no entendía como podía estar ocurriendo aquello y por lo tanto no creía lo que sus ojos le mostraban, ya que un hombre no puede caminar sobre las aguas.

Actualmente una modesta y casi olvidada cruz de madera, puesta junto al muro de la presa, nos recuerda que allí perdió la vida un joven al que las burlas y mentiras de sus vecinos le llevaron al suicidio.

Otra abuela de la zona nos contó que cuando ella era una niña, iba a diario a llevarle la comida a su padre a la huerta donde trabajaba y que para llegar hasta dicho lugar tenía que pasar por un sendero casi a la orilla del agua. En alguna ocasión había visto como una sombra grande nadaba sumergida en las aguas y la seguía durante un trecho del sendero, eso la asustaba mucho y salía corriendo hasta llegar donde trabajaba su padre. Pero que una vez, la cosa pasó a mayores, pues al pasar por dicho lugar lo que pudo ver fue como una gran “manta oscura” que flotaba sobre las aguas y que la seguía de cerca. Ella contaba que aquello era algo de alguna clase de tela o tejido grueso que flotaba sobre las aguas y perfectamente visible, que nadaba a gran velocidad y la seguía en su caminar por el pequeño sendero junto al agua. Aquello fue demasiado para su infantil mentalidad y corrió de regreso a su casa a refugiarse. (Ese día su padre se quedó sin comer) A partir de aquella ocasión la niña se negó a volver a pasar por ese lugar y hasta el día de hoy.



Por otro lado, también nos contaron que, en otra ocasión, en la zona de la cabecera de ese barranco, trabajaba a diario una cabrera con su rebaño y que un día la vieron bajar corriendo "en estampida" junto a sus cabras y perros, por los pedregales aquellos, mientras gritaba pidiendo socorro a sus vecinos de las primeras casas. Al llegar y calmarla un poco, les contó que mientras estaba allá arriba con las cabras, había aparecido una especie de animal grande que ardía en llamas y que volaba por lo alto del barranco, saltando de un lado a otro del cauce, era grande como un "cochino todo de fuego" y que al verlo, ella (y sus animales) salieron corriendo en estampida hacia las casitas más cercanas para pedir auxilio a sus vecinos de la charca.

Otras vecinas contaron que cuando ellas eran jovencitas, recuerdan que al pasar por el llamado “Lomo de las viñas” algunas veces vieron como junto a unos zarzales, “bailaban” unas figuras pequeñas tipo duendecillos de fuego, que cogidos de las manos hacían corro alrededor de dicho punto. Y que en una ocasión, una de ellas, fue seguida hasta la puerta de su casa por uno de estos “duendes de fuego”, con el consiguiente pánico en la entonces casi niña.


Una pequeña zona de la isla, pero llena de historias de misterio. Como otras tantas que podemos encontrar en los rincones más desconocidos de nuestra mágica isla de Tenerife

Saludos para los Recordantes de la Historia.
Juanjo...

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